Concluida la prueba de la Subida
Internacional del Veleta, les escribo éstas líneas para intentar relatar en un
breve resumen mi experiencia en una de las pruebas más duras de España.
Cuando me inscribí de nuevo para
hacer el Veleta, pensé que sería más fácil o me costaría menos trabajo. Repasaba
mentalmente las sensaciones de la edición pasada y al haberla hecho pensé sería coser y cantar.
Pero me equivoqué, cuando comienzas los entrenos ya te das cuenta que es lo
mismo o incluso más. Una vez metido en faena ves que es posible que sufras,
sufras intensamente, y aquello de que vas a divertirte sea solo para unos kms,
o para el día anterior que estás con los amigos de cañas.
Dos meses
han sido los que he
estado arduamente preparando el Veleta de 2016. Terminar la prueba que con
tanto ahínco preparamos en el club (KV Moratalla), y ponerme manos a la obra.
Dos interminables meses, cuyos fines de semana he preparado con las tiradas
largas para intentar que fuese lo más ameno posible. Y por medio las “fiestas de
la Vaca”, unas fiestas que aun sin querer te dividen el pensamiento y te pasan
factura. Son siete días muy intensos en los que bajas el rendimiento y terminas
por acusar cansancio entre unas cosas y otras.
Este año el preparamiento ha sido
un poco raro o extraño, porque siempre lo he hecho con un buen amigo como es
Ventura Guerrero, por lo menos las tiradas largas, y en esta ocasión he notado la
ausencia de esas charlas explayadas que te hacían el entreno más placentero.
Pero nunca se pueden planificar las cosas como uno quiere, y tampoco han venido
bien por ambas partes.
Las dos semanas previas fueron más
caóticas, ya que apareció una lesión nueva para mí, el abductor, que me propuso
alguna que otra cita con la Fisioterapeuta. Rosa Bermúdez que es una auténtica
profesional conoce a la perfección mis lesiones y supo de nuevo ponerme en
activo para estar al 100 x 100 para el Veleta.
Llegado el día no vemos de nuevo en
Granada los amigos del club Correbirras, Oskar, Martín, Roberto, Juan, Jose
Luis Nortes, Antonio, Fran, Pakito, mi buen amigo Ventura además de con sus
simpáticas y respectivas Mujeres. Una convocatoria muy atractiva e ineludible
la que se avecinaba, y así fue, nos fuimos de tapas al centro donde era el
punto de reunión, y allí bromas no faltaron. Algunos bromeaban con el tiempo
que iba hacer, “que si menos de 6 horas”, “que no he entrenado”, “que estoy muy
tocao”, etc, etc., jejejejej, lo típico de siempre. Martín un buen amigo y
mejor persona, estaba un poco intranquilo, más que nada porque no sabía muy
bien a lo que se enfrentaba, pero ya estaba allí Ventura para marcarle los
tiempos un poco en broma.
A la mañana siguiente (el día de la
prueba), nos reunimos en la plaza de la salida para las fotos de rigor,
los nervios aparecieron y comenzamos con la prueba. Los primeros compases de la
prueba los hice con Ventura en los que lo vi muy fresco y bien. A partir del km
8 de carrera me llevé un impresionante mazazo, una vieja lesión apareció (el
maldito dolor en el metatarso) de la que no me podía esperar su aparición y
menos recién comenzada la prueba.
“Hay madre”, por delante 40 km todavía y la planta del pie me quemaba, un
dolor como si llevara chinchetas en esa zona en la que me obligó a ir cambiando
la pisada y caminar un rato hasta que se me calmara. No fue así, en el km 22
quería abandonar, era insoportable, no podía más, a eso me venían calambres en
los cuádriceps y me hundí. La moral la tenía por los suelos, nunca había pasado
tanto dolor en una carrera, quería ver cuanto antes el coche, mi coche con mi
mujer e hija que me acompañaron para montarme y abandonar.
Durante un buen trayecto caminé
solo, mis pensamientos y yo lo teníamos claro, absorto en el dolor de mi pie,
no podía pensar en otra cosa que no fuera retirarme y descansar. Anhelaba con
impaciencia ese momento de ver mi gente para abrazarlas y decir que hasta aquí,
no puedo más. El sol radiante e imponente no ayudaba mucho tampoco.
Unos corredores (un granadino
Oscar, y tres malagueños que no recuerdo su nombre) me dieron alcance y
entablamos conversación, me vieron mal,
me preguntaron y les dije lo que me pasaba. Me fueron dando ánimos de que no
abandonara después de lo que llevábamos y los que nos quedaba. En esa
conversación me distrajeron la mente, contaron algunos chistes y bromeamos
bastante, así que se me hizo entretenido el trayecto hasta ver a mi gente. Ahí
me insistieron en que siguiera, había cesado un poco el dolor, pero un intenso dolorcillo
seguía diciendo que aparcara.
Decidí continuar hasta el km 33 y
seguí con ellos, luego llegó el 38, ahí si tenía que decidir si seguir o parar,
ya que no dejaban continuar a los acompañantes. Opté por seguir a pesar de que
continuaba ese maldito dolor. Faltaban solo 11 km para meta y tenía que luchar
por aquello en lo que había preparado, en los que duramente había pasado dos
meses de preparación muy duros, en un viaje de 500 kms (ida y vuelta), mi mujer
e hija que estaban esperando en Pradollano, ya lo tenía cerca, casi tocaba el
Veleta. Mi compañero de fatigas Oscar y yo nos fuimos marcando pequeños
objetivos, objetivos de coger gente u objetos que había por el camino.
¡Funcionaba!, aquello hacía que
avanzáramos y nos quedara menos para meta. Mi compañero desvanecía, ahora era
él, el que bajó la guardia, le ayudé con conversaciones largas de nuestra vida
y del porqué estábamos allí. Le gustó mucho la estrategia de los objetivos y me
dijo que se notaba la experiencia que tenía en carreras. Bueno, no es que
ayudara mucho, pero sí hizo que cogiera más fuerza aún.
Ya nos quedaba poco, llegamos al
último avituallamiento y sabía que eran tres kms para meta, al alcance de la
mano. Ya éramos imparables, no había molestias, bueno si las había pero no las
notaba, me quedaba apenas unos metros, la última subida y mi compañero y yo
decidimos de echar el último aliento en esa cuesta y entrar como auténticos
héroes, corriendo. Allí vi a Ventura, y tras cruzar la meta me fundí en un
abrazo con él, la alegría que recorría mi cuerpo una vez concluida, era
inevitable.
Una cara amiga hace que las malas
vibraciones, sensaciones e impresiones desaparezcan. Su rostro conocido y
compañero de tantas fatigas y horas en la montaña hizo que me conmoviera casi
en sollozo. La alegría de terminar fue tal que nunca había tenido esa
sensación. Se acabó todo, 6:17:24 tardé en recorrer los 50 km con 2700
positivos. Un poco más que el año pasado, pero las carreras no son todas
iguales, depende de muchos factores.
Concluido el Veleta y una semana
después saco la conclusión de que hice bien en no retirarme, sé que no soy un
ganador ni soy de subir al podio,
tampoco lo pretendo. Pero sé que no tengo ni idea que va a pasar el año
que viene, tampoco sé si volveré, pero tengo muy claro que si no la hubiera
terminado, ahora mismo me estaría arrepintiendo. La gloria está para los
ganadores. El trofeo está para los que resisten. La satisfacción está para los
que cruzamos la meta, para los que sufrimos, para los que después de hacer 10
horas de trabajo salimos a entrenar, para los que valoramos un minuto de reloj,
para los que cada día importa esa mirada al frente y decimos “ya queda menos”.
No es fácil el camino, nadie dijo
que fuese, incluso aunque te lo imagines tampoco es fácil. He cumplido otro
reto más en mi vida, y quiero dar las gracias en primer lugar a mi mujer (Espe)
y mi hija (Julia) por su apoyo constante en dejarme hacer lo que me gusta. Sin
su apoyo sería imposible, así que un beso y abrazo muy fuerte. Seguidamente a
Adrián López Garrido por sus buenos consejos y su constancia en querer ponerme
fuerte y ayudarme a conseguirlo. También
a Rosa María Bermúdez (clínica de Fisioterapia Bermúdez) por mantenerme a punto
para la prueba. A los amigos Correbirras, que son impresionantes y unas
personas excelentes, sin la compañía de ellos en la previa, el Veleta no es lo
mismo. Y por último a las marcas patrocinadoras del club Mountain Noroeste.
Camping la Puerta, Alma Trail, Bar la Esquinica, Visual y Gráfica, Tortugas
Bike, Mármoles Moratalla y Bicicletas Guijarro.
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