15/8/16

El Veleta más duro que nunca

Concluida la prueba de la Subida Internacional del Veleta, les escribo éstas líneas para intentar relatar en un breve resumen mi experiencia en una de las pruebas más duras de España.

Cuando me inscribí de nuevo para hacer el Veleta, pensé que sería más fácil o me costaría menos trabajo. Repasaba mentalmente las sensaciones de la edición pasada y  al haberla hecho pensé sería coser y cantar. Pero me equivoqué, cuando comienzas los entrenos ya te das cuenta que es lo mismo o incluso más. Una vez metido en faena ves que es posible que sufras, sufras intensamente, y aquello de que vas a divertirte sea solo para unos kms, o para el día anterior que estás con los amigos de cañas.

Dos meses
han sido los que he estado arduamente preparando el Veleta de 2016. Terminar la prueba que con tanto ahínco preparamos en el club (KV Moratalla), y ponerme manos a la obra. Dos interminables meses, cuyos fines de semana he preparado con las tiradas largas para intentar que fuese lo más ameno posible. Y por medio las “fiestas de la Vaca”, unas fiestas que aun sin querer te dividen el pensamiento y te pasan factura. Son siete días muy intensos en los que bajas el rendimiento y terminas por acusar cansancio entre unas cosas y otras.

Este año el preparamiento ha sido un poco raro o extraño, porque siempre lo he hecho con un buen amigo como es Ventura Guerrero, por lo menos las tiradas largas, y en esta ocasión he notado la ausencia de esas charlas explayadas que te hacían el entreno más placentero. Pero nunca se pueden planificar las cosas como uno quiere, y tampoco han venido bien por ambas partes.


Las dos semanas previas fueron más caóticas, ya que apareció una lesión nueva para mí, el abductor, que me propuso alguna que otra cita con la Fisioterapeuta. Rosa Bermúdez que es una auténtica profesional conoce a la perfección mis lesiones y supo de nuevo ponerme en activo para estar al 100 x 100 para el Veleta.

Llegado el día no vemos de nuevo en Granada los amigos del club Correbirras, Oskar, Martín, Roberto, Juan, Jose Luis Nortes, Antonio, Fran, Pakito, mi buen amigo Ventura además de con sus simpáticas y respectivas Mujeres. Una convocatoria muy atractiva e ineludible la que se avecinaba, y así fue, nos fuimos de tapas al centro donde era el punto de reunión, y allí bromas no faltaron. Algunos bromeaban con el tiempo que iba hacer, “que si menos de 6 horas”, “que no he entrenado”, “que estoy muy tocao”, etc, etc., jejejejej, lo típico de siempre. Martín un buen amigo y mejor persona, estaba un poco intranquilo, más que nada porque no sabía muy bien a lo que se enfrentaba, pero ya estaba allí Ventura para marcarle los tiempos un poco en broma.

A la mañana siguiente (el día de la prueba), nos reunimos en la plaza de la salida para las fotos de rigor, los nervios aparecieron y comenzamos con la prueba. Los primeros compases de la prueba los hice con Ventura en los que lo vi muy fresco y bien. A partir del km 8 de carrera me llevé un impresionante mazazo, una vieja lesión apareció (el maldito dolor en el metatarso) de la que no me podía esperar su aparición y menos recién comenzada la prueba.


“Hay madre”, por delante 40  km todavía y la planta del pie me quemaba, un dolor como si llevara chinchetas en esa zona en la que me obligó a ir cambiando la pisada y caminar un rato hasta que se me calmara. No fue así, en el km 22 quería abandonar, era insoportable, no podía más, a eso me venían calambres en los cuádriceps y me hundí. La moral la tenía por los suelos, nunca había pasado tanto dolor en una carrera, quería ver cuanto antes el coche, mi coche con mi mujer e hija que me acompañaron para montarme y abandonar.

Durante un buen trayecto caminé solo, mis pensamientos y yo lo teníamos claro, absorto en el dolor de mi pie, no podía pensar en otra cosa que no fuera retirarme y descansar. Anhelaba con impaciencia ese momento de ver mi gente para abrazarlas y decir que hasta aquí, no puedo más. El sol radiante e imponente no ayudaba mucho tampoco.

Unos corredores (un granadino Oscar, y tres malagueños que no recuerdo su nombre) me dieron alcance y entablamos conversación,  me vieron mal, me preguntaron y les dije lo que me pasaba. Me fueron dando ánimos de que no abandonara después de lo que llevábamos y los que nos quedaba. En esa conversación me distrajeron la mente, contaron algunos chistes y bromeamos bastante, así que se me hizo entretenido el trayecto hasta ver a mi gente. Ahí me insistieron en que siguiera, había cesado un poco el dolor, pero un intenso dolorcillo seguía diciendo que aparcara.


Decidí continuar hasta el km 33 y seguí con ellos, luego llegó el 38, ahí si tenía que decidir si seguir o parar, ya que no dejaban continuar a los acompañantes. Opté por seguir a pesar de que continuaba ese maldito dolor. Faltaban solo 11 km para meta y tenía que luchar por aquello en lo que había preparado, en los que duramente había pasado dos meses de preparación muy duros, en un viaje de 500 kms (ida y vuelta), mi mujer e hija que estaban esperando en Pradollano, ya lo tenía cerca, casi tocaba el Veleta. Mi compañero de fatigas Oscar y yo nos fuimos marcando pequeños objetivos, objetivos de coger gente u objetos que había por el camino.

¡Funcionaba!, aquello hacía que avanzáramos y nos quedara menos para meta. Mi compañero desvanecía, ahora era él, el que bajó la guardia, le ayudé con conversaciones largas de nuestra vida y del porqué estábamos allí. Le gustó mucho la estrategia de los objetivos y me dijo que se notaba la experiencia que tenía en carreras. Bueno, no es que ayudara mucho, pero sí hizo que cogiera más fuerza aún.

Ya nos quedaba poco, llegamos al último avituallamiento y sabía que eran tres kms para meta, al alcance de la mano. Ya éramos imparables, no había molestias, bueno si las había pero no las notaba, me quedaba apenas unos metros, la última subida y mi compañero y yo decidimos de echar el último aliento en esa cuesta y entrar como auténticos héroes, corriendo. Allí vi a Ventura, y tras cruzar la meta me fundí en un abrazo con él, la alegría que recorría mi cuerpo una vez concluida, era inevitable.


Una cara amiga hace que las malas vibraciones, sensaciones e impresiones desaparezcan. Su rostro conocido y compañero de tantas fatigas y horas en la montaña hizo que me conmoviera casi en sollozo. La alegría de terminar fue tal que nunca había tenido esa sensación. Se acabó todo, 6:17:24 tardé en recorrer los 50 km con 2700 positivos. Un poco más que el año pasado, pero las carreras no son todas iguales, depende de muchos factores.

Concluido el Veleta y una semana después saco la conclusión de que hice bien en no retirarme, sé que no soy un ganador ni soy de subir al podio,  tampoco lo pretendo. Pero sé que no tengo ni idea que va a pasar el año que viene, tampoco sé si volveré, pero tengo muy claro que si no la hubiera terminado, ahora mismo me estaría arrepintiendo. La gloria está para los ganadores. El trofeo está para los que resisten. La satisfacción está para los que cruzamos la meta, para los que sufrimos, para los que después de hacer 10 horas de trabajo salimos a entrenar, para los que valoramos un minuto de reloj, para los que cada día importa esa mirada al frente y decimos “ya queda menos”.




No es fácil el camino, nadie dijo que fuese, incluso aunque te lo imagines tampoco es fácil. He cumplido otro reto más en mi vida, y quiero dar las gracias en primer lugar a mi mujer (Espe) y mi hija (Julia) por su apoyo constante en dejarme hacer lo que me gusta. Sin su apoyo sería imposible, así que un beso y abrazo muy fuerte. Seguidamente a Adrián López Garrido por sus buenos consejos y su constancia en querer ponerme fuerte y  ayudarme a conseguirlo. También a Rosa María Bermúdez (clínica de Fisioterapia Bermúdez) por mantenerme a punto para la prueba. A los amigos Correbirras, que son impresionantes y unas personas excelentes, sin la compañía de ellos en la previa, el Veleta no es lo mismo. Y por último a las marcas patrocinadoras del club Mountain Noroeste. Camping la Puerta, Alma Trail, Bar la Esquinica, Visual y Gráfica, Tortugas Bike, Mármoles Moratalla y Bicicletas Guijarro.

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